7.6.12

Link! I think your name shall go down into history

Si de resolver dudas acerca de videojuegos se trata, no soy una opción.  De hecho, soy la persona menos indicada para referir una duda acerca de los ya mencionados.  Tengo un intervalo de atención nulo, lo mismo aplica para mi paciencia, mi actitud competitiva es inexistente y tengo la coordinación mano ojo de un ebrio crónico.  

Lo admito, no soy material de gamer. Sin embargo, siempre ha habido algo en los videojuegos que me atrae muchísimo, ya sean las gráficas, el diseño de personajes, la historia, vamos, hasta los empaques.  Pero al hablar de videojuegos, es inevitable hablar de Nintendo, porque gamer o no, Nintendo tiene un lugar en la cultura popular que ninguna otra compañía de videojuegos se ha podido forjar. 

Gran parte de su popularidad, si no es que toda, se lo debe al genio de Shigeru Miyamoto, responsable de las franquicias de Mario, Donkey Kong, Star Fox, The Legend of Zelda, digo, no la gran cosa. Ajá.

 Y además toca el banjo. Una maravilla de hombre.

Cualquier persona que haya sido niño durante la década de los 90s conoce a Mario.  Es más, ha trascendido tanto que los niños actuales crecerán con él, y así será por los siglos de los siglos mientras su franquicia pueda ser explotada de nuevas y divertidas maneras.

¿Y dices que esto es el Mario Bros, m'hijo?

Y claro, uno de los juegos que más nostalgia logra despertar, al menos entre la muchachada de mi generación, es la serie de The Legend of Zelda.  Digo, incluso yo que no soy capaz de sacar a Link de Kokiri Forest en Ocarina of Time, y que si de hecho logro sacarlo de ahí, consigo que lo maten las gallinas, debo admitir que esta saga ejerce una fascinación impresionante en mí.  Debe ser la edad. Y hago hincapié en esto porque ambos cumplimos recién los 25 años, durante los cuales Link ha salvado a la Princesa Zelda y a Hyrule de las manos de Ganon en dieciocho ocasiones.

A ver, ¿perdón? ¿Dieciocho? Así es.  A lo largo de dieciocho ocasiones esa ha sido la premisa básica del juego.  La dinámica, situaciones, estrategias y, por qué no, también el diseño, son los que han ido cambiando y evolucionando de forma tal que el juego nunca envejece y siempre es nuevo.  Siempre.  En serio.  Como Barbie.

Este tipo de dinámica de narración ya fue analizada una vez por el semiótico francés Algirdas Julien Greimas, quién desarrolló el modelo actancial o esquema narrativo actancial, a través del cual analizó un sinnúmero de relatos foklóricos y llegó a la conclusión de que todos se reducen a lo mismo.  No sólo éstos, si no que cualquier relato puede ser dividido en seis facetas llamadas actantes. Todo se resume a: héroe → princesa → villano → búsqueda → conflicto → resolución, ¿no es esto de lo que se tratan no sólo los juegos de la franquicia de The Legend of Zelda sino otros tantos innumerables juegos?

Entonces, ¿qué es lo que hace a esta franquicia tan entrañable? Si bien es la premisa básica de acción la que permanece no es así el contexto en el que se desarrolla.  Sí, Link tiene que rescatar a Zelda y a Hyrule de los terribles planes del hechicero Ganon, pero el cómo lo ha hecho a través de los años es lo que ha cambiado, lo que se ha quedado con los jugadores a través del tiempo.  

Ya sea con su espada, con una Ocarina, con la ayuda de una máscara en tan sólo 72 horas de tiempo real (seriously, Majora's Mask, WTF?), o con un sombrero mágico, es lo que vive Link, lo que enfrenta y cómo logra superar sus obstáculos los que han hecho que The Legend of Zelda se quede en los corazones de jugadores alrededor del mundo desde hace 25 años.  Y en los bolsillos de Miyamoto, pero estoy segura de que todos están felices de darle su dinero.

Edit: Me acaban de explicar la dinámica real del esquema Link → Zelda → Ganon, y es que cada uno representa una parte esencial de la Trifuerza (elemento básico del juego que no sé cómo pude pasar por alto), y que todos los Links y todas las Zeldas son en realidad reencarnaciones de otros Links y otras Zeldas que cargan una maldición que se remota a los primeros habitantes de Skyloft. Ya ni para qué me pregunto en dónde está la magia de The Legend of Zelda.  Oye, Shigeru Miyamoto, ¡toma todo mi dinero!

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