1.4.13

Zazil Strangelove o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar al Metro

Hace 8 meses no paso por aquí, pero el abandono y el regreso a estos lares coinciden con un acontecimiento que causa más alegría que la concepción de María: las vacaciones. Así que fingiré que me fui de vacaciones durante 8 meses. O que viajé. O que hice algo de provecho...

Me parecía patético que en mis 26 años (así es, cumplí años durante mi ausencia, ¡felicidades a mí!) jamás hubiera salido de viaje sola.  En general hacer las cosas en esa calidad de "sola" es algo que evito. Me hace sentir apestada social.

Sin embargo, con el impulso que aún traigo por las novedades que este 2013 me ha traído (nuevo trabajo, nuevos amigos, nuevo auto, el cese temporal de mi asexualidad) pensé "¡qué demonios! Me voy de viaje" y me fui. 

Aprovechando las precoces vacaciones de Semana Santa (se vinieron rápido, jiji) decidí ir a visitar a uno de mis mejores amigos de la preparatoria a la capital, como buena pueblerina que soy, porque ¿por qué no?

Es que yo quiero más que vida provincial, oigan.

"¿Traes mucho equipaje?" fue lo primero que me preguntó, "una maleta mediana y mi bolsa, ¿por qué?", inquirí, ya que estaba segura que no iba a cargar mi equipaje, "para que no hagas mucho bulto en el metro" me respondió, al mismo tiempo que del otro lado del auricular, es decir el mío, sentía sus palabras igual de agradables que un escupitajo de tuberculoso.  Íbamos a viajar en metro. En metro. Metro.

Por favor no piensen mal, no tengo nada en contra del transporte público.  He sido su fiel y abnegada usuaria durante años, pero como clase-mediera moverme en una ciudad extraña a la mía significa una cosa: taxi, y como provinciana palurda, el metro representaba para mí lo peor: arrimones, asaltos, arrimones, olores desagradables, arrimones, mares de gente y arrimones.

Y espérate a que se hora pico, mano.

6:40 de la mañana del viernes. Es viernes Santo y por lo tanto el servicio del Metro no abre hasta tarde, ¡albricias! Nos fuimos a casa en Metrobús y después en taxi. Qué bonito. Alrededor de dos horas después muero de hambre y a mí me prometieron waffles. La forma más rápida de llegar, ¡ajá! El tan temido metro. La hora de la verdad había llegado y yo no estaba preparada. Descendimos los escalones, llegó el tren, nos subimos. Fue todo. ¡¿Dónde quedaron las apretujancias, los arrimones, los malandros estilo Oliver Twit robando mi cartera?! Mis prejuicios hacia el Metro acababan de ser disipados en los 5 minutos que hicimos en recorrer varios kilómetros.  Alabado sea el señor operador.

Ok, sí, no me he subido en hora pico, en una estación realmente fea y, aceptémoslo, DF está vacío en vacaciones.  Aún así, el Metro me pareció la cosa más fabulosa del mundo. No quiero ni pensar en cómo será viajar en el de Estocolmo, París o uno de esos países pudientes donde hasta barren.

No crean,  éste es el de pobres allá en París.

Lo que a mí me parece maravilloso del Metro es lo eficiente que resulta y el increíble servicio que provee a una población cuyo crecimiento es exponencial y correspondiente al de las distancias que deben recorrer día con día.  No por nada cuenta con 195 estaciones, 12 líneas, alrededor de 3.9 millones de usuarios diarios, casi 45 años de servicio y una identidad corporativa creada por Lance Wyman, quien también fue responsable de crear la icónica imagen de las Olimpiadas de México 68.

Claro, también tiene su lado oscuro: el comercio informal es descarado a más no poder (¡¿doscientas canciones de Ana Gabriel por 10 pesos?! ¡¿Burbujas que no se revientan y se me pegan en el cabello?! ¡¡¡¿¿¿Un paquete de Trident a tan sólo 5 pesitos???!!! Tomen todo mi dinero. NOT), la intensa actividad sexual ilegal que se sucita en sus instalaciones, los asaltos  y los ocasionales suicidios (26 durante 2007).

Yo no tuve ningún problema (esta vez) y mi experiencia fue grata (esta vez).  Tanto lo usé que para el segundo día ya tuve qué hacer uso de una tarjeta.  Está de más decir cómo me sentía.

Multipass!



1 comment:

  1. Awwww, Zazii, en esos días andaba por la calle de la amargura tratando de sobrellevar mi tos de perro que dicho sea de paso, no se me quita :(

    Que bueno leerte de nuevo por aquí y saber que todos esos cambios te pintan una sonrisa en el rostro.

    Francamente a mi me sorprende que el metro se conserve tan bien con la tarifa de chiste que tiene, pero tu lo haz visto, el metro de aquí del DF es como... "mágico". (Que también rima con trágico)

    Que bien que tu experiencia fue de las buenas y no paso a mayores, creeme, yo también reniego del cáncer del metro: la informalidad de vendedores, pues luego le toca a uno que en cada estación se sube un sonidero diferente ._.U

    De la vida no te preocupes, sigue viajando sola, acompañada, pero lo importante es que disfrutes de todo lo que vives, eso te hará una mujer mas sabia y linda. Un abrazote y ya sabes, eres bienvenida al DF cuando gustes cuando puedas me echas una llamada y si no ando divagando con gusto te invito un cafe :)

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